Mucho antes de que Sargeras, el titán caído, descargara su Legión demoníaca contra Azeroth, posó su siniestra mirada en el mundo de Argus y sus inteligentes habitantes; los eredar. Creyendo que esta raza mágicamente dotada sería un componente crucial de su oscura misión para acabar con toda la creación, Sargeras contactó a sus tres líderes —Kil’jaeden, Archimonde y Velen— y les ofreció conocimiento y poder a cambio de su lealtad.
Sólo Velen se abstuvo, ya que presenció una visión. En ella, su pueblo había sido transformado en terribles demonios que pasaron a formar parte de las filas de la Legión Ardiente de Sargeras; un ejército de maldad indescriptible que crecería en gran medida y acabaría con la vida en incontables mundos. Auxiliado por los naaru, benévolos seres de energía que decidieron enfrentar la nihilista cruzada del titán caído, Velen juntó a los eredar con ideas similares a las suyas y escapó de Argus a duras penas. Desde ese entonces, y para siempre, estos renegados se harían llamar los draenei, o “los exiliados”.
Kil’jaeden, quien consideraba a Velen como su hermano, estaba furioso por la huída de los draenei, así como su ingratitud ante la oferta de Sargeras. Como represalia, Kil’jaeden condujo a los ejércitos de la Legión en una implacable persecusión a través del cosmos. Eventualmente Velen y su asediado pueblo lograron evadir a sus perseguidores y hallaron refugio en un mundo remoto que llamarían Draenor; o “refugio de los exiliados”. Habiendo sido instruidos por los naaru en el camino de la luz, los draenei desarrollaron una sociedad extraordinaria en su nuevo hogar y conocieron a los chamanísticos clanes orcos nativos de Draenor.